ORIGENES


Sabemos que en tierras mesopotámicas se han podido identificar ciertas creencias babilónicas como doctrinas protoalquímicas, por ejemplo, el historiador y erudito bíblico Robert Eisler, en la década de 1930, tradujo una tablilla del siglo séptimo antes de Cristo, en la que se detallaba que en la biblioteca del rey Asurbanipal en Nínive había más de 22 mil tablillas únicamente dedicadas a tratados científicos y metalúrgicos, y mezclados con ciertos conceptos metafísicos que los aproximaban a la alquimia.

En la China taoísta y en la India védica también se pueden encontrar corrientes con rasgos protoalquímicos, pero, es recién el Papiro de Isis, la profetisa del Egipto helenístico alejandrino, lo que podemos llamar la primera aparición de la doctrina alquímica como la conocemos hoy en día, porque recién en este vamos a encontrar cómo el misticismo y el hermetismo se fusionan con los procedimientos de laboratorio en las proporciones justas.

Isis contaba cómo recibió primero un conocimiento místico de un ángel para luego recién llevar a cabo una operación física: la unión y resurrección de su esposo, y así demostrar su dominio en el proceso de transmutación, esto nos permite reflexionar, si salimos por un momento de esa comodidad mental que nos exige todo servido en bandeja, sobre cuál es el verdadero plano en el que se suponía tenía lugar el proceso alquímico: el opus magnum, la gran obra.

BUSQUEDA DE LA PERFECCIÓN


Desde la antigüedad, los alquimistas se afianzaban en la idea de que si conseguían la perfección en los procesos químicos o metalúrgicos, conseguirían su propia perfección, en la mayoría de los textos alquímicos clásicos se habla y se pondera este sincronismo entre la obra y el alquimista, esta es una idea común y conglomerante de las distintas corrientes alquímicas: la alquimia profana o de laboratorio, la alquimia espiritual, la alquimia sexual, la alquimia filosófica, etc.

ALQUIMIA INTERNA


Las evidencias que podemos recolectar a través de distintos tratados nos hacen evidenciar que tanto los alquimistas antiguos como los medievales y los modernos trabajaron sobre ellos mismos, tanto en su persona física como en su plano psicológico y, según ellos, también en el aspecto espiritual, por lo cual, la alquimia no representaba solamente un conjunto de operaciones de laboratorio, el propio adepto era la materia prima que iba a transformarse en la piedra filosofal, este concepto es constante en todos los diagramas alquímicos.

ESQUEMA TRIAPRIMA


En el esquema triaprima de Paracelso, el azufre, el mercurio y la sal no están representando sustancias químicas, sino espirituales, de las que se sirve el operador modificando las relaciones entre ellas para intentar crear condiciones tanto materiales como inmateriales.

Arquetipos-Horoscopo Arquetipos-Horoscopo

Se suponía, además, que la transmutación no sólo implicaba un efecto personal o local para el alquimista, sino que era global y universal, lo que incluía la naturaleza del tiempo.

A medida que el secreto se transmitió a través de las diversas ramas y formas que adoptaron los seguidores del Hijo de la Viuda, la información se fragmentó, de esta manera, algunos iniciados sólo recibieron los procesos internos y transformadores sin la comprensión completa de cómo todas las partes se relacionaban con la ciencia antigua.

Uno de los secretos mejor guardados fue siempre el relacionado con el tiempo. Según los textos de los constructores, en el templo de Edfú, el secreto implicaba el principio y el final del tiempo.

ALQUIMIA GNOSTICA


Parte del concepto gnóstico-alquímico consistía en que, para llegar a su realización, el adepto debía atravesar las siete esferas planetarias. La última de éstas, la más externa, era el anillo ofídico de Saturno, muchas veces representado con el Uroboros, que separaba al alma de su paraíso u hogar espiritual, ahí se suponía que reinaba Saturno, el dios proscripto, la serpiente que guardaba el paraíso, que no es otro que el Crono griego y el Zurvan persa.

Arquetipos-Horoscopo

En muchas sectas gnósticas, aunque no en todas, el último guardián planetario o arconte era Abraxas, por lo que podemos asumir que en muchas corrientes son todos el mismo o, para decirlo sin simbolismos, encarnaban principios análogos, por lo tanto, la superación de este, atravesar el círculo ofídico, no significaría más que una interrupción en el transcurso del tiempo, o mejor dicho, el corte del ciclo del tiempo, de la cadena de reencarnación en la que creían éstos.

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Un supuesto retorno a la Edad de Oro, a la eterna juventud y a la simultaneidad divina. Recordemos que en el gnosticismo, la existencia terrenal era considerada un lugar de confinación tenebrosa, donde el ser humano se encontraba atado a los designios astrológicos. Paracelso, por ejemplo, la definía sencillamente como el lugar donde fue arrojado él, o sea, el mismo infierno.

ROMPER EL CICLO: En su creencia, la misión del místico era romper este ciclo y liberarse del influjo estelar, mientras que los ignorantes seguirían el destino que les dictaban las estrellas. Esto se debía a que los místicos gnósticos creían que, al nacer el alma, ésta descendía de la luz original a la Tierra, atravesando las siete esferas planetarias, y donde, a su paso por cada una de éstas, el correspondiente arconte planetario imprimía en ella una propiedad para mancillarla, por ejemplo: Venus, la lujuria; Mercurio, la avaricia; Júpiter, la vanidad; y así sucesivamente.

El conocimiento para atravesar de regreso las esferas representó para muchos alquimistas, aunque quizás no para todos, un tesoro que se creía proporcionaba la mayor de las dichas, y que transformaba a todo aquel que lo alcanzaba. Lo bautizaron con un nombre que ustedes conocen a la perfección, pero que ningún alquimista jamás especificó con claridad.

DERIVACIÓN DE LA ALQUIMIA


Los primeros documentos que analizamos nos mostraron una ciencia antigua en cuyo núcleo se encontraba un secreto muy profundo que podemos reconocer como lo que hoy se llama alquimia, la alquimia seria extraída de ese núcleo de la Alejandría de del siglo I y desarrollada tanto de forma autónoma como complementaria de otras escuelas, entre ellas se convirtió en parte de la tradición espiritual del cristianismo gnóstico, lo cual puede haber sido una de las causas del diferenciamiento del cristianismo ortodoxo y apostólico del gnóstico.

Gnosis es la palabra griega para el conocimiento; implica una experiencia mística directa, como la que se pretendía en las escuelas de misterio paganas que se conocían hasta ese momento, entre las más importantes los misterios seléucidas, los órficos, los isíacos y los de Mitra. De hecho, los historiadores y mitólogos expertos en el tema aseguran que el cristianismo temprano apareció como un tipo de escuela de misterio hebreo que, dada la reputación hebrea en el mundo clásico de las potencias mágicas, ayudó a alimentar su expansión.

En Egipto, por ejemplo, el cristianismo inicialmente fue aceptado por poseer estéticas similares a los mitos de Osiris e Isis y Horus, que eran los dominantes en los siglos inmediatamente anteriores al comienzo de nuestra era. Al igual que en los misterios isíacos, tanto el cristianismo temprano como la alquimia poseían cierto equilibrio, teológicamente hablando, entre principios femeninos y masculinos: el Padre, el Hijo y la Madre.

En el cristianismo, esto se refleja bastante bien en el Nuevo Testamento y en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se observan acciones muy influyentes de mujeres en la fundación del cristianismo, una figura clave que aparece tanto en la alquimia como en el cristianismo gnóstico fue la misteriosa María, también llamada María la Judía, en el Nuevo Testamento, donde se narran hechos ocurridos en épocas contemporáneas a las que estamos hablando, hay varias Marías: está María, la madre de Jesucristo; María de Betania; María de Cleofás; María Salomé y María Magdalena.

GNOSTICOS Y EL CRISTIANISMO


Los gnósticos, para evitar la confusión, se centraron en María Magdalena como esposa y confidente más cercana de Jesucristo. Según el Evangelio de María, uno de los textos de Nag Hammadi descubiertos en 1947, Jesús le enseña dos secretos que no reveló a sus apóstoles. Como muchos de ustedes ya se están imaginando, varias sectas gnósticas como los sofistas sostuvieron que María Magdalena y la conocida autora alquímica del siglo primero, conocida como María la Judía, eran la misma persona.

TEXTOS ALQUIMICOS


El más famoso de los primeros textos alquímicos, la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegistos, se convirtió a través de los siglos en una de las bases del credo alquímico y hermético, la tradición afirmaba que la tableta había sido encontrada en las manos momificadas del propio Hermes, según el alquimista árabe Geber, en algún lugar dentro de la Gran Pirámide de Guiza, donde yacía su cuerpo.

El texto, como lo da a conocer Geber, es muy corto y misterioso. Ahora bien, es muy interesante —y no muchos saben esto— que se encuentra una versión no idéntica pero muy, muy parecida (me refiero a lo conceptual) en la invocación adivinatoria a Amón-Ra del Papiro de Leiden, también conocido como Papiro de Ipuur, enterrado junto con su dueño y quizás autor en la necrópolis de Tebas.

Este mago anónimo de Tebas fue un contemporáneo de la alquimista Pseudo Cleopatra, y su papiro proporcionó un contrapunto práctico muy necesario a los alquimistas teóricos tardíos, como Olimpio de Oro el Joven y Esteban de Alejandría.

Olimpio de Oro, en el siglo VI, fue el último pagano que mantuvo la tradición neoplatónica en la élite intelectual alejandrina, resistiendo al cristianismo. Tras su muerte, la escuela de Alejandría pasó a manos de los cristianos aristotélicos y acabó trasladándose a Constantinopla.

En el siglo VII, Esteban de Alejandría, filósofo, sofista y alquimista, dedicó sus obras alquímicas al emperador oriental Heráclito, marcando una línea divisoria entre el período clásico del surgimiento de la alquimia y el nuevo mundo de la ortodoxia cristiana que acababa de establecerse.

El hermetismo griego continuaría en Oriente como una indulgencia espiritual y a veces como mero objeto de estudio para los monjes místicos y eruditos. La tradición en el Oeste, en cambio, fue perseguida duramente. La ortodoxia cristiana la veía cargada de ideales paganos irreconciliables con sus creencias. El cristianismo occidental, e incluso algunos de los alquimistas que eran cristianos primitivos, creían que la investigación sobre las obras ocultas de la naturaleza era sacrílega.

Esto es bastante lógico: después de todo, los propios maestros del arte admitían que los conocimientos más profundos habían sido dados a la humanidad por ángeles caídos. Así que, nada más por decir, adquirir esos conocimientos era como comer la fruta del Edén de forma consciente.