Atalanta Fugiens: La Edad de Oro de la Alquimia


Atalanta Fugiens o fuga de atalanta es un libro de 1917 diseñado con la idea de estimular simultáneamente los sentidos, intelecto y espíritu a través de la música, el texto y la catarsis simbólica, siendo considerado la primera obra multimedia de la historia fue compuesto para conducir al lector por un camino de autoiniciación a través de los secretos del conocimiento alquímico, fue creado por un maestro de la iconografía hermética, Michael Mayer.

Tradicionalmente, los filósofos alquímicos se explicaban por medio simbólicos, por un discurso enigmático y mediante el uso de figuras alegóricas, la alquimia jamás se transmitió literalmente ni se dio nada en bandeja, era el sendero de las mentes sutiles, en este sentido, los emblemas de Michael Mayer resumieron y explicaron muy claramente los misterios antiguos, de una manera que es casi imposible exponer la verdad con mayor claridad. Aunque, por supuesto, requiere hacer el satisfactorio esfuerzo de descubrirla, de perseguir y atrapar a la escurridiza Atalanta.

Durante la primera mitad del siglo XVII se realizó un gran esfuerzo para crear una iconografía propia de las fases de la obra alquímica, y Mayer, sin lugar a dudas, fue el maestro que cristalizó aquel esfuerzo por aglutinar los argumentos filosóficos. Mayer es el autor de una gran cantidad de obras que estudian la alquimia desde distintas ópticas, y entre ellas la más interesante quizás es la que relaciona la alquimia con la mitología clásica, a la que Mayer consideraba como la transmisora de los misterios de los jeroglíficos egipcios y la filosofía oculta helenística. Esto nos presenta los dos recursos principales de su obra: el jeroglífico, o sea, el símbolo, y la alegoría mitológica.

Para esto, Mayer tenía una preparación más que adecuada: había estudiado filosofía y medicina en la Universidad de Rostock y, en 1596, se le otorgó el doctorado de Medicina en Basilea, en 1609 llegó a ser médico y consejero de Rodolfo II, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Rodolfo II era muy aficionado a la alquimia y por eso fue mecenas de cuanto alquimista y astrólogo conociera, debido a esto, y trabajando en su corte, Mayer tuvo la oportunidad de ser introducido al arte alquímico.

ARCANA ACANISSIMA 

Sólo cinco años después, en 1614, Mayer publicó Arcana Arcanissima, que quiere decir “Secreto Secretísimo”. Estos secretos aseguraban ser los significados de los jeroglíficos egipcios y los mitos griegos desconocidos para el vulgo. Plasmados en seis libros, intenta demostrar que los dioses, diosas, héroes e instituciones consideradas sagradas por los antiguos eran un artificio para velar una secreta medicina áurea para curar el alma. Así que su primer tratado fue consagrado totalmente a las explicaciones herméticas de los mitos antiguos.

Ya desde la Edad Media los alquimistas habían utilizado la mitología grecorromana para explicar los procesos de la Gran Obra, asegurando que en el centro de tales mitos siempre estaba la piedra filosofal. Y además, de este modo no tenían que inmiscuirse con los pormenores de la revelación cristiana, lo cual —tomando como ejemplo a los templarios— era muy bueno para la salud.

Entre los tratados que utilizaron este método podemos nombrar El Gran Olimpo de la Bat, de Pierre Bicot, un largo poema que parece inspirado en Las Metamorfosis de Ovidio. Pero si bien otros alquimistas ya habían hecho referencia a la mitología, no fue hasta Mayer que la relación entre mitología y alquimia aparece de un modo sistemático, como un estándar.

LES FABLES ÉGYPTIENNES ET GRECQUES

Un ejemplo de esto es que casi dos siglos después, en 1786, el monje benedictino y alquimista Antoine-Joseph Pernetti publicó su tratado Fábulas Egipcias y Griegas, continuando la propuesta de Mayer y añadiendo nuevas informaciones. Su publicación coincidió con el auge de la egiptología, y los mitos antiguos sirvieron nuevamente para explicar los misterios de la alquimia.

ACONCORDANCIA MITO-FISICO-CABALO-HERMETICA

También, junto al trabajo de Pernetti, aparece la Concordancia Mito-Físico-Cábalo-Hermética, atribuida al escritor esotérico Saint-Back de Bufford.

ATALANTA FUGIENS

tan solo tres años después de la publicación de Arcana Arcanissima, aparecería la obra maestra de Mayer: Atalanta Fugiens, un libro de emblemas compuesto por 50 grabados que ya son parte de la iconografía tradicional alquímica.

Cada uno de estos emblemas es acompañado de un lema, un epigrama y las notas de un fragmento musical. Los lemas que utiliza Mayer son fragmentos de textos alquímicos antiguos, a los que tuvo acceso en la corte de Rodolfo II. Recordemos que en aquel momento el emperador Rodolfo poseía la biblioteca esotérica más grande de Occidente, o por lo menos hasta donde sabemos.

Por esto, La fuga de Atalanta se introduce con autoridad en la tradición alquímica secular, ya que además de su arte recopila algunos de los fragmentos más importantes de adeptos anteriores.

ATALANTA EN LA METAMORFOSIS DE OVIDIO

La historia de la bella y veloz Atalanta la explica Ovidio en Las Metamorfosis. Al parecer, este personaje mitológico solo aceptaría casarse con el pretendiente que fuera capaz de ganarle en una carrera, muchos murieron en el intento, hasta que Hipómenes logró ganarle con la ayuda de la diosa Afrodita y las manzanas áureas del jardín de las Hespérides.

SIMBOLISMO DE ATALANTA

Mayer utiliza la imagen exotérica de este mito para formular una alegoría esotérica donde Atalanta simboliza el mercurio volátil e Hipómenes el azufre.

Los lemas de los dos primeros emblemas son frases de la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegistos, el primero dice: “El viento lo ha llevado en su vientre”, y el segundo: “La tierra es su nodriza”.

La imagen del primero muestra a Bóreas, el viento del norte, gestando un embrión humano que en realidad es el hijo del sol y la luna, esto representa el fuego celeste, que es conducido por el aire hasta la tierra, la cual, en el segundo emblema, actuará como nodriza amamantando a dicho fuego, es decir, permitirá que crezca hasta convertirse en el lapis, el oro, el elixir, etc.: la piedra filosofal.

Se han hecho innumerables interpretaciones de los 50 emblemas de Atalanta Fugiens, pero su significado es tan huidizo y volátil como la propia Atalanta, el mismo Mayer, en el discurso del undécimo emblema, subraya la dificultad de interpretación escribiendo: “La diversidad que muestran los autores en sus escritos es tal que los buscadores de la verdad desesperan por descubrirla, Los textos alegóricos son difíciles de comprender y causan, por lo tanto, numerosos errores”

A continuación, agrega una frase que explica por qué solo el aspirante puede ser su propio maestro: porque el arte no puede enseñarse como una asignatura habitual de forma directa, sino por medio del estudio, la investigación y, sobre todo, la percepción, escribe lo siguiente: “Los numerosos errores son especialmente acusados cuando se aplican idénticos términos a realidades distintas, y términos distintos a realidades idénticas”.

Es más, el lema de este undécimo emblema dice: “Blanquear a Latona y romper los libros”. Esta frase se encuentra en otro de los tratados alquímicos clásicos: El Rosarium Filosofosorum, en la imagen se presentan dos personajes humanos. El primero está lavando la espalda de la diosa Latona (o Leto), quien está acompañada por sus dos hijos: Apolo y Diana, el sol y la luna, el personaje que se encuentra frente a Latona está rompiendo un libro y lleva la cabeza cubierta, lo cual quiere decir que es una operación secreta.

El epigrama utiliza una imagen del mito de Latona cuando esta se encuentra en la isla de Delos, donde dará a luz a sus hijos gemelos, Latona significa “la que está oculta”, y Delos significa “mostrar” o “manifestar”, entonces, cuando Mayer dice que se ha de blanquear a Latona, significa que se manifiesta la materia oculta, el influjo del sol y la luna, ena vez que se manifiesta la materia, los libros ya no son necesarios porque el alquimista comienza el trabajo en su laboratorio interno, la creencia es que ya nadie, excepto el alquimista, puede influir en la obra, por el contrario, ahora es él o ella quien deja pequeñas señales en el camino para ayudar a los que vienen detrás.

Al conjunto de los secretos de Atalanta Fugiens, Mayer lo llamó La rosaleda de los filósofos, y en el emblema 27, “Los secretos de la naturaleza”, lo representó como un jardín cerrado con tres candados, en cuya puerta se advierte a un hombre sin pies, el lema del grabado es: “El que intenta entrar en la rosaleda de los filósofos sin llave es como un hombre que quiere caminar sin pies”.

Los alquimistas consideraban que las imágenes alegóricas eran reflejos del tesoro más preciado de la humanidad, al que todos aspiran, pero que la llave que podía abrir la puerta estaba escondida entre lo ordinario, Mayer da a entender que esta llave es el don divino, un don que el mundo ordinario desprecia porque lo considera inexistente, ya que es invisible, sutil y ligero.

POPULARIDAD DE LOS GRABADOS ALQUIMICOS

A partir de la obra de Mayer, los grabados alquímicos alcanzaron un apogeo extraordinario, dando lugar a la Edad de Oro de la iconografía alquímica occidental, los tratados alquímicos dejaron de ser diarios personales y cuadernos de notas de los adeptos para convertirse en algo que podía ser publicado y distribuidos, aunque no se entregara la clave para resolverlos.

OPUS MEDICO QUIMICO

En 1618, Johann Daniel Mylius editó el Opus medico químico, un volumen de más de 3000 páginas que contiene tres libros independientes: el primero dedicado a la medicina, el segundo a la química y el tercero a la filosofía, es decir, la tríada paracelsiana.

VIRIDARIUM QUIMICUM

Un trabajo similar realizó Daniel Stolcius en el Viridarium Quimicum, publicado dos años más tarde, Stolcius compuso su obra con las mismas imágenes que Mayer, añadiendo un poema a modo de epigrama, su intención era llevar a la posteridad los secretos secretísimos que permitieran representar la esencia de la Gran Obra.

MUTUS LIBER

Muchos consideran que el esplendor de la imaginería alquímica posiblemente llegó a su cima en 1677 con otro de los grandes clásicos: el Mutus Liber, cuyo título quiere decir “el libro mudo”, siguiendo una costumbre de la vieja tradición, su autoría es anónima pero firmada con el alias “Altus”.

Este presenta toda la filosofía hermética en figuras jeroglíficas. Es un libro sin texto y, por eso, se llama el libro mudo.

Este volumen tiene mucho que ver con el proceso de fusión que se conoció como cábala alquímica, consta de 15 grabados; el primero y el último son distintos del resto, como si fueran la portada y la contraportada del libro.

En la portada están representados el sueño de Jacob y la escalera por donde suben y bajan los ángeles y en la contraportada, la misma escalera aparece en posición horizontal: en la parte inferior se observa un cadáver y, en la superior, una figura resucitada. Cuando se descifra, es una alegoría sumamente esclarecedora.

Los otros 13 grabados describen las distintas operaciones alquímicas que unen la portada y la contraportada, entre todas estas, es muy interesante entender la de la plancha 14, en la base de la imagen se lee una sentencia hermética que captura el espíritu del estudio alquímico, la sentencia dice así: Ora, lege, lege, lege, relege, labora et invenies. Qué quiere decir: “Reza, lee, lee, lee, relee, trabaja y encuentra”.

Así, el primer paso que se propone es la oración, marcando la imposibilidad de emprender nada sin ayuda del cielo y dando a entender que solo la conexión con lo divino permitirá atravesar el umbral que separa la realidad mundana de la realidad sagrada. El segundo paso es lege, lege, lege, relege, y esta insistencia en la lectura señala la importancia del estudio y la investigación.

Ahora bien, lo habitual ante esto es pensar: ¿por qué leer algo de lo que no voy a entender nada o muy poco? Es una pregunta que inclusive los antiguos alquimistas encontraron muy comprensible, ya que no se puede formular una regla de razonamiento global e inflexible para la lectura de todos los textos alquímicos, cada alquimista pareció transitar un camino individual y volcar sus experiencias en sus propios idiomas y claves.

Por supuesto que existieron referencias generales y puntos comunes: los metales o mejor dicho, los planetas, la comparación de los procesos internos con procesos químicos, algunos nombres, etc. pero solo sus autores comprendieron la totalidad de sus diarios, ya que algunas metáforas eran muy personales.

A veces mil palabras explican la misma cosa, y a veces la misma palabra, según el contexto, explicaba otra. Incluso hay distintos documentos que prueban que no era algo extraño que un alquimista tuviera problemas para entender los escritos de otro alquimista, por todo esto, Nicolas Valois escribió la siguiente frase: “Deja a un lado la diversidad de palabras, pues todas estas no son más que una sola operación”.

Los alquimistas no hablaban para ser comprendidos por la razón, sino que se dirigían a la intuición profunda, a lo que ellos llamaban la fe adámica, prisionera en el ser humano, por eso, en vez de la palabra, prefirieron el idioma de los símbolos y las alegorías plásticas, que entablan una conversación directa con el inconsciente sin tener que ser razonadas de manera consciente.

Tampoco hay que ser un genio para afirmar que los tratados eran intencionalmente complejos y sin embargo, se afirmaba: “lee, lee y relee”, animando a su lectura sin dejarse vencer por el cansancio, el enojo o la frustración, hasta que su comprensión termine por salir de lo inconsciente a lo consciente y hasta que las alegorías se iluminen y se llenen de sentido.

Entonces, la sentencia del Mutus Liber apunta a que se ha de leer muchas veces hasta que, en un momento determinado, se pueda releer, no en el sentido de leerlo una vez más, sino de acceder a su segunda lectura: a conectar con la sutileza del maestro que lo escribió y reconocer sus símbolos, es decir, se pedía fe y constancia antes de emprender el labora et invenies: el “trabaja y encuentra”, o sea, comenzar la obra alquímica.

 Se suponía que el resultado del arte era tan extraordinario, tan por encima de cualquier lógica o imaginación humana, que solo se podía presentar a quienes habían atravesado sin desanimarse la oscuridad intencionada de los volúmenes alquímicos.