El Cristo alquímico


 En Occidente, durante la Edad Media, el mito cristiano encontró un lugar en las prácticas y especulaciones alquímicas, algo natural ya que casi todos los alquimistas europeos se formaron en un ambiente cristiano, poso posiblemente existan raíces aún más profundas y ocultas.

Sabemos que, a través del perfeccionamiento de la materia, los alquimistas metaforizaban el modelo de su propio perfeccionamiento, por eso frecuentemente llamaban a su obra “la salvación de toda la materia”, el alquimista buscaba disolver la materia y coagular el espíritu, es decir, espiritualizar la materia y materializar el espíritu asegurando haria posible la recreación del individuo como un elemento puro.

La materia prima, la piedra negra, se transformaría en oro, en la piedra filosofal, a su vez esta piedra filosofal como la llamaban “el lapiz filosoforum”, fue reinterpretada por los alquimistas cristianos como la forma material más elevada concebible por la fe: Cristo.

Así, para los alquimistas medievales occidentales, Cristo era la piedra filosofal, el lapiz philosophorum o lapis Christi, por medio de las alegorías que dejaron en el arte alquimico se entiende que en el laboratorio interno del alquimista la piedra negra se derretia a baño maría en el crisol purgando todas sus impurezas y dando paso al renacer de un ser perfecto.

Por ello en su tradición se creía que la unión mística con la muerte de Cristo y la regresión al útero donde Cristo se hizo materia, permitían al alquimista una fusión de realidades redimidas, ahora libres de impurezas.

Este proceso alquímico ejemplificado básicamente explica la creencia de un espiritu sumergido en la materia prima, para los alquimistas cristianos era interpretado como el Espíritu Santo y así vez armonizándolo con el “noûs” platónico-neoplatónico, entendido exotéricamente como intelecto y esotéricamente como inteligencia divina.

En la antigua tradición se creía  que el noûs, abrazado a la phýsis, o la naturaleza física,  se perdía con la oscuridad de la materia, en lo Ctónico, posteriormente en el misto gnóstico se entendió que luego de ese abrazo nous y phisis se volvieron indistinguibles en la materia prima, la tarea alquímica consistía en reencontrar ese tesoro perdido: el espíritu oculto.

En la Edad Media, la química “científica” era una tradición heredada de épocas antiguas donde sólo podía explicarse como magia, pero para los alquimistas la química era un vehículo de metáforas que los alejaba de problemas con las autoridades, lo cual no quiere decir que no supieran química.

Con el tiempo, la dualidad entre química y alquimia se hizo más notable y en el siglo XVIII tomaron caminos distintos: el espíritu de la Ilustración se centró en la lógica, la razón y la ciencia, dejando de lado la esencia esotérica de la alquimia, cuya consigna rezaba «lo secreto más secreto, lo desconocido más desconocido».

Los alquimistas medievales creían que el saber secreto sólo podía obtenerse por revelación divina o por la boca de un maestro, pero de ninguna manera la obra no podía cumplirse sin la ayuda de Dios, aunque el alquimista se “sacrificaba” simbólicamente, no se atribuía el papel de redentor ni se identificaba con Cristo: Cristo era la sustancia buscada, el oro, la piedra filosofal.

Se forjaron una serie de analogías entre tradiciones, entre ellas la ceremonia El rito de la bendición del fuego del Sábado Santo, el ritual del fuego del sabat, una de las ceremonias litúrgicas clave, en la alquimia medieval se interpretaba como imago Christi, una imagen de cristo y la piedra de la cual se sacaba la chispa para comenzar el rito del sábado santo, antiguamente era la piedra angular y esta piedra es otra imago christi, por lo que para ellos esa chispa divina que brotaba de la piedra era una alegoría de la extracción del pneuma de la materia prima.

La piedra, el lapiz del cual salta la chispa también era protagonista en la poética metáfora de la tumba en la roca y la piedra que sellaba la tumba, la tradición dice que, en el interior de la tumba de piedra solida con su entrada tapada por otra piedra, Cristo permaneció durante 3 días antes de su resurrección, finalmente esa piedra que bloquea, que ata a la muerte fue removida, los alquimistas acostumbrados al lenguaje simbólico leían en esta historia que de la piedra bruta surge el oro puro

Diferencias con la alquimia china

En sus especulaciones los alquimistas occidentales imitaban el ejemplo de Cristo, creyendo que en términos cristianos medievales; la adaptación completa al redentor capacitaba al se adaptaba a cumplir la obra de redención, que gracias a los conocimientos adquiridos por el alquimista y por la saviduria divina concedida era liberado el pneuma perdido en la materia del mundo.

No se veían como correspondencia de Cristo, sino que reconocían en su piedra esa correspondencia con cristo, desde esta perspectiva, la alquimia occidental rozaba el misticismo cristiano, aunque de forma inconsciente y desarrollando únicamente de forma externa mediante lo simbólico.

Desde etapas tempranas, los textos latinos recogieron analogías entre Cristo y el lapis, reforzadas por la retroalimentación con neoplatonismo y gnosticismo asumidos por los Padres de la Iglesia. Algunos elementos cristianos enriquecieron el lenguaje alquímico, pero la filosofía alquímica provenía de fuentes mucho más antiguas. De hecho, existen textos alquímicos chinos del siglo II con grandes similitudes conceptuales respecto a la alquimia occidental, lo que demuestra la existencia de ideas paralelas independientes del cristianismo. Las diferencias son accesorias: donde Occidente hablaba de oro, China recurría al diamante. La “flor de diamante” o el “alma de diamante” equivalían a la piedra filosofal y a la inmortalidad lograda mediante la transformación del cuerpo; no en vano el diamante se forma a partir del carbono —una auténtica “piedra negra” que se convierte en la sustancia buscada.

El lapis Cristo

Una de las raíces de la alegoría del lapis Christi aparece en el siglo III en la obra de Sossimo de Panópolis, que vincula al “hijo de Dios” con el arte alquímico. Ese hijo es un Cristo gnóstico representado por Gayōmard, el primer hombre en la mitología iraní, paralelo a Cristo y fácilmente sincretizado con él. El concepto equivale al de la alquimia cristiana posterior: el hijo de Dios es paradigma de la sublimación, el alma que se libera de la encarnación para volver a su estado espiritual primordial.

La idea del lapis Christi es comparable al Adam Kadmon cabalístico y al Anthropos gnóstico, simbolizados por los cuatro elementos y la cruz. Sossimo asocia a Prometeo y Epimeteo con el hombre interior y exterior, como Cristo y Adán; y equipara la versatilidad del pneuma con la del mercurio alquímico, capaz de adoptar la forma del recipiente que lo contiene. El mercurio —“materia lapis”, sustancia de transmutación por excelencia— posee naturaleza doble: es veneno mortal y panacea, dragón que se devora y renace de sí mismo (el uróboros).

El primero que identificó explícitamente la piedra filosofal con Cristo fue Ramón Llull. En el capítulo IX de su Codicillus afirma, en clave alegórica, que así como Cristo asumió la naturaleza material para liberar al hombre, en la obra alquímica lo causado por uno queda absuelto por su contrario.

La piedra acuática de los sabios

La metáfora del lapis Christi siguió apareciendo durante siglos en diagramas y tratados. En 1595 Heinrich Khunrath la expuso con claridad en su Amphitheatrum Sapientiae Aeternae, donde fusionó catolicismo, alquimia y cábala. En 1619, el anónimo tratado La piedra acuática de los sabios definió la piedra angular espiritual (Cristo) como modelo de la piedra filosofal terrena: «la verdadera armonía que sigue el ejemplo de la piedra celestial». De todo ello se desprende que la alquimia aspiraba a elaborar el “cuerpo de la resurrección” transfigurado, un cuerpo en perfecta armonía con el espíritu.

Con el paso de los siglos y el auge de una sociedad materialista, la alquimia acabó desprestigiada: si no podía producir oro metálico, se la vio como un engaño. Así, quedó relegada a “lo secreto más secreto y lo desconocido más desconocido”.