Carl Jung: Alquimia y Psicología
Comprender la influencia de la tradición alquímica en la obra de Jung, permite una comprensión más asertiva del Libro Rojo.
ACERCAMIENTO A LA ALQUIMIA
El mismo Jung señaló que el acercamiento con la alquimia influyó para que sus estudios y experimentaciones pudieran integrarse y tomar forma, en su autobiografía “Recuerdos, sueños y pensamientos” de 1961, Jung indica su sorpresa al darse cuenta cómo misteriosamente muchos aspectos de la alquimia coincidían con sus investigaciones e hipótesis, en ese libro escribe lo siguiente:
“Con el estudio de tratados alquímicos todo encontró su lugar, el mundo de las imágenes, los datos de la experiencia que había acumulado en mi consulta y las conclusiones que había sacado de todo eso.”
En 1928, Richard Wilhelm, un teólogo y sinólogo alemán especialista en traducciones de textos antiguos chinos, le regaló a Jung un tratado medieval de alquimia china, para su sorpresa, Jung descubrió que el carácter de los procesos que se describían en el tratado eran interiores y que no tenían nada que ver con leyendas o curandería, sino que eran sencillamente psíquicos y espirituales, pero ocultos detrás de una clave esotérica.
Jung entonces comenzó una comparación con el material recolectado en el marco de sus investigaciones clínicas y se dio cuenta de que aquel tratado alquímico, una vez desencriptado, no era otra cosa más que un manual que describía tratamientos psicológicos para clarificar la mente.
En 1929, Jung publicó un análisis de ese texto donde subrayó la confirmación que le había dado ese manuscrito sobre la interpretación psicológica de determinados símbolos, especialmente los mándalas y los círculos en torno a un centro, esto se debía a que durante 13 años de investigación clínica, Jung había advertido cómo recurrentemente aparecían en los sueños, los dibujos y las visiones de sus pacientes imágenes o bien circulares o bien de ordenaciones circulares de elementos alrededor de un punto central, y que propiciaban una toma de conciencia por parte del yo, es decir, parecían indicar la dirección para una integración de los distintos elementos que conformaban la psique humana, o por lo menos así interpretó la integración de elementos exteriores con el uno central.
Según Jung, esto se simbolizaba en un movimiento circular o espiralado, como la danza de un derviche o el ritmo del éter, el fluir y refluir hermético, y que aparentemente tenía el significado de balancear la luz y la oscuridad de la naturaleza humana, Jung sencillamente estaba hablando del autoconocimiento.
Luego de este encuentro, adquirió su primer libro de alquimia occidental: el “Artis Auriferae”, una colección de textos latinos compiladas en 1593. al principio, a pesar de que estamos hablando de una mente muy por encima de la media, los textos le resultaron incomprensibles, es decir, la alquimia le dio la bienvenida… hasta que, de a poco, comenzó a interpretar las claves y a comprender algunos párrafos, y si bien sintió un profundo interés, también conoció la dificultad de no terminar de comprender el lenguaje alquímico.
Pero Jung no se frustró, ni se enojó, se esforzó e investigó, lo que le llevó a la lectura de una obra de Herbert Silberer: “El problema del misticismo y su simbolismo” de 1914, la primera investigación seria en clave psicológica de la alquimia, investigación que se basó en la interpretación de las alegorías contenidas en un tratado que hablaba sobre la piedra filosofal y que fue incluido como el segundo libro de los símbolos secretos de los rosacruces en los siglos XVI y XVII.
Jung sabía que gran parte de esas obras eran epistemológicamente objetables, si se quiere, pero consideraba que tenían el valor de abordar fenómenos que pretendían dar cuenta del comportamiento del alma humana, e inclusive, como decían los alquimistas, del alma del mundo, proporcionando un concepto de la naturaleza alternativo al de la ciencia vigente.
En un texto de 1930, donde escribe sobre los orígenes y el desarrollo de la psicología, pone lo siguiente: “En algún momento saldrá a la luz del día a través de qué sinuosas sendas la psicología moderna encontró su camino desde los oscuros laboratorios alquímicos, con las estaciones intermedias del mesmerismo y el magnetismo, hasta llegar a las anticipaciones filosóficas de Schopenhauer, Carus o Hartmann.”
Ahora bien, según su biografía, sabemos que Jung leyó a fondo a esos autores, en cuyas obras se encuentra la presencia de indagaciones cuyo fin consistía en descubrir el alma del mundo presente en la naturaleza y en las formas sutiles de la materia, y restaurar por medio de ésta la unidad del mundo creado, estos autores forman parte de la corriente subterránea que entrelaza el hermetismo con las formulaciones pre-freudianas de lo inconsciente desde fines del siglo XVIII hasta caer en el olvido con el surgimiento de la psicología científica empírica a fines del siglo XIX.
De ahí en más, la psicología del inconsciente, a partir de Freud se focalizará en su controversia con la psicología de la conciencia y restará atención a esta cuestión, pero Jung retomaría esas concepciones pre-freudianas del inconsciente y las incluiría en una teoría científica moderna.
RELACIÓN ENTRE LA ALQUIMIA Y LA PSICOLOGIA
Para Jung, el alquimista, desde el punto de vista psicológico, es un hombre que busca el misterio divino, el misterio del inconsciente proyectado en la materia, así, es un alquimista quien intenta una realización individual, consciente, de un proceso de lo inconsciente.
Jung supone que la transmutación alude a la realización de esa potencia, a un cambio intrínseco y esencial que parte de aquello que se cambia, lo transforma y lo lleva más allá de lo que era, de esto surge que la transmutación es una integración de opuestos, una idea que va más allá de la alquimia, es sumamente antigua y existe en muchas tradiciones, pero pocas han puesto tanto énfasis en esta cuestión, porque en un principio todo debe ser transmutado de ese modo.
En este aspecto Jung hace una conexión crucial entre alquimia y psicología y organiza los principios de polaridad, mentalismo y el concepto de unión de opuestos.
Jung afirma que la dualidad en el campo psicológico se manifiesta entre el yo consciente como una polaridad y el inconsciente como otra polaridad, y asegura que toda la dinámica psíquica puede comprenderse en términos de la relación de contrarios entre el yo consciente y el inconsciente.
Y que, por lo tanto, esta relación conflictiva termina, o por lo menos hipotéticamente, con la unión de los opuestos, esto mediante la creación de un diálogo, de un puente entre consciente e inconsciente mediante lo que él llama proceso de individuación, que no es otra cosa que traer al yo consciente conflictos, paz, miedos o cualquier carga dañina acumulada en la sombra inconsciente, es decir, solucionar temas internos.

Este acercamiento de los opuestos crea un tercer elemento que trae el balance, lo que Jung denomina “la función trascendente”, así, afirma que esta potencia surge de la asimilación de lo inconsciente por lo consciente e inicia lo que los alquimistas llamaban transmutación, y que Jung describe como una transformación cualitativa de la totalidad psíquica, el centro de gravedad de un nuevo equilibrio psíquico, de una nueva personalidad global que mejora y supera al individuo, posibilitando llevar su potencia mental a niveles muy superiores.

Jung, además, afirma que este matrimonio alquímico se expresa de modo paradójico, de tal manera que es la máxima contradicción u oposición la que garantiza la conciliación de opuestos, y es por esto que el matrimonio alquímico opuestos muchas veces toman la forma de una cuaternidad a través de una cruz de opuestos.

En resumen, para Jung la alquimia describe procesos psíquicos, pero, aunque los encuadra dentro de categorías determinadas, no olvida el carácter individual de los mismos, también destaca el carácter individual de la alquimia, en su libro “El misterio de la unión” la describe de la siguiente manera: “una empresa individual a la que alguien se entrega completamente para alcanzar el fin trascendental de la producción de la unidad.”
Pero por otra parte aclara lo siguiente: “ningún individuo alcanzará jamás la riqueza y amplitud que propone el simbolismo alquímico.”
Con esto se refiere a que, por tratarse de procesos arquetípicos que se dan en individuos, los símbolos que presentan los diagramas alquímicos ponen de manifiesto procesos imaginativos que guían el curso de la energía psíquica que tiende a la totalización, es decir, la teoría de Jung presenta en lo inconsciente de la naturaleza humana una libido única, o sea, una energía única, que es el impulso o la base de procesos psíquicos, esta asume un carácter intrínsecamente imaginativo de sí misma como expresión actuante del espíritu, y la idea de imaginación creadora se relaciona con el ejercicio consciente de la imaginación, así, en términos neoplatónicos, este espíritu imaginativo, que podríamos simbolizar como el pneuma, operaría en todos los seres vivientes, convirtiendo todas sus acciones en una demostración de potencia imaginativa, de acción creativa, todos los seres vivientes seguirían este orden impuesto por el espíritu imaginativo, pero sólo los humanos serían capaces de interferir o alentar este proceso fundamental.
La imaginación, entonces, entendida de esta manera, en la teoría de Jung sería la forma que tienen las funciones superiores de la psique de conducir a las inferiores, resultando a su vez de un espíritu imaginativo que es el que orienta a las funciones superiores, de hecho, esta sería la llamada “función trascendente” la imaginación creadora que media entre lo consciente y lo inconsciente.
En definitiva, se trata de una tendencia de superación de lo inconsciente, de un intento del individuo por llegar a un conocimiento más profundo de sí mismo.
De esta forma, uno de los ejes de la teoría de Jung es el carácter abarcador de la imaginación y de la creación, la imaginación como actividad creativa del espíritu en general, y que se podría desarrollar en todas las formas básicas del acontecer psíquico en el pensar, en el sentir, en el percibir, en el intuir, etc.
PROCESO DE INDIVIDUACIÓN
En “recuerdos, sueños y pensamientos” su autobiografía, escribe lo siguiente:
“El concepto de imaginario es quizás la clave más importante para la comprensión del opus, sólo cuando estudié la alquimia vi claro que lo inconsciente es un proceso, y que la relación del yo con los contenidos de lo inconsciente motiva una transformación o evolución de las psique, a través del estudio de los procesos individuales y colectivos de transformación, y mediante la comprensión del simbolismo de la alquimia, llegué al concepto central de mi método psicológico: el proceso de individuación.”
Para Jung, la imaginación permite tender un puente entre lo consciente y lo inconsciente, lo que nos remite a una realidad intermedia sutil, si se quiere, que es al mismo tiempo corporal, mental y espiritual, es por esto que la presenta como la función psíquica por antonomasia y construye a su alrededor la base de su técnica de imaginación activa, que es con la que intenta trabajar sobre el inconsciente.
Jung desarrolló esa técnica antes de su contacto con la alquimia, pero ahí volvió a ocurrir algo extraño, porque luego constató que la misma ya era utilizada por los alquimistas bajo la denominación de “meditativo” o “imaginativo”.
SIMBOLISMO ALQUIMICO
El simbolismo alquímico le permitió a Carl Jung, darle un trasfondo histórico y cultural a las formas arquetípicas en el curso de un proceso de individuación, el lugar que este psicólogo le dio a la sombra en el simbolismo alquímico es análogo a la nigredo, porque el opus, o la obra, comienza con la totalidad que se sumerge en ella, o si se quiere, que se evidencia en ella.
Lo podemos interpretar como que los elementos que deben ser individualizados surgen de la descomposición de la sombra, por lo cual la sombra es un elemento importantísimo para comprender El libro rojo.
LA SOMBRA
Aunque el término “sombra” ya aparece varias veces en su libro Tipos psicológicos de 1921, su concepto recién se amplía y se profundiza luego de que Jung entra en contacto con la alquimia. En los primeros textos, el concepto se vuelca únicamente a la sombra personal y se identifica con la parte negativa de la personalidad, pero luego de la influencia alquímica y su posterior desarrollo, Jung le asigna el concepto de sombra arquetípica y la independiza de su identificación con el mal moral, porque, aunque abarca el mal moral, también sirve de comparativa con las cualidades buenas.
Esto puede advertirse en el simbolismo alquímico, ya que en el viejo arte la piedra filosofal es la más ya que en “el viejo arte” la piedra filosofal es la más venerable de las metas, pero debe buscarse entre lo más despreciable, por ejemplo, un antiguo dictamen alquímico dice: “nuestro oro se encuentra en el estiércol” lo cual metafóricamente significa mucho más.
Para Jung la obra comienza con la toma de conciencia de los elementos separadores y disolventes propios de la nigredo, la metáfora de la muerte y la putrefacción, en la naturaleza cuando algo muere se descompone en los elementos que lo conforman y a su vez esos elementos no desaparecen, forman parte de otros procesos, para que algo nuevo nazca algo viejo debe morir.
El relato ontológico o psicológico del abordaje metafísico del mal que Jung relaciona con la fragmentación de la psique humana es central para la comprensión rojo, ya que todo gira en torno a ello, reparar esta fragmentación de la psique.
ESPIRITU CTONICO, SOPHIA, GNOSIS, PIEDRA FILOSOFAL
A partir de su contacto con la alquimia Jung también empieza a encontrar respuesta para el enigma del espíritu ctonico, el relativo a la tierra, cuyo simbolismo a través de la historia Siempre ha sido claramente femenino.
En este rompecabezas que armonizaba la psicología y la alquimia, Jung colocó al anima en el papel de mediadora, el aspecto femenino del espíritu mercurio, y de las fuerzas ctónicas, un elemento de las tinieblas del caos primigenio, pero a la vez redentora, que conduce hacia la luz, es decir, está describiendo claramente a Sophia, el secreto buscado por el adepto alquímico.
Jung señalaba que la tendencia de los alquimistas consistía no solamente en ver el misterio de la transformación psíquica, sino en utilizarla como regla teórica para realizar las transformaciones en la materia, como por ejemplo, en la química, aduciendo que las leyes de la naturaleza se aplican a todo lo que existe, por eso, la sabiduría, “Sophia” suele aparecer en los diagramas alquímicos guiando los pasos del alquimista.
En esta teoría, Sophia es la que salva, pero también la que debe ser salvada de su indigencia en la oscuridad, razón por la cual debe individualizarse en las imaginaciones oscuras, tal como veremos más adelante en el Libro Rojo, donde Jung relata a una entidad ciega llamada Salomé, que finalmente recupera la vista.
Es muy interesante, refiriéndonos a la alquimia en sí, que la sabiduría se manifiesta en un tránsito muy particular entre los campos físicos y espirituales, tanto por las operaciones como por la teoría, por ejemplo, el procedimiento alquímico requiere el examen y la experimentación en la naturaleza, pero también la indagación de los textos antiguos y la comprensión de los arcanos de las alegorías, un idioma incomprensibe hasta que, en un momento, deja de serlo.
Se suele decir que los símbolos de la tradición, una vez impregnados en el alquimista y, merced a lo meditativo o lo imaginativo, encuentran su orden y su sentido cuando este o esta se encuentra preparado(a).
Queda claro así el carácter salvador que la obra alquímica pretendía tener. Se decía que procuraba la verdadera curación, gracias a un saber irremplazable, una gnosis.
En un tratado alquímico del siglo XV, el Aurora Consurgens, se describe ese conocimiento de la siguiente manera:
“Es una piedra. El hombre que la conoce la coloca sobre sus ojos, mientras que aquel que no la conoce, la arroja a la basura, es un remedio que pone en fuga la indigencia, y, después de Dios, es lo mejor que posee el hombre”.
La medicina interna es el discernimiento, con la frase “aquel que la conoce la pone sobre sus ojos”, se hace referencia a uno de los elementos más reconocidos de la tradición alquímica: el colirio filosófico, uno de los múltiples sinónimos del agua bendita, cuando los filósofos se colocan este colirio en los ojos, pueden ver cosas que otros no, es la atención que se presta a los contenidos internos, a lo inconsciente, lo que hace surgir el discernimiento, un flujo de contenidos creadores y un sentimiento de estar en contacto con un sentido superior. La medicina interna es el discernimiento,
Los alquimistas indicaban que se trataba de un proceso que consistía o que incluía un flujo de imágenes que no solo revelaban cosas, como la comprensión de la simbología de la tradición, sino que también transformaban. Esto, claro, en la medida en que el alquimista mantuviera una actitud medida, respetuosa y adecuada.
Así, escondido e ignorado bajo la apariencia caótica de producciones simbólicas ilegibles sin el colirio filosófico, el proceso alquímico tenía lugar mediante y gracias a una sucesión de imágenes que conducían al alquimista desde su situación inicial de desorden, de sinsentido y de frustración por no entender, hasta su encuentro con Sophia, o por lo menos, así nos lo relata Jung.
“Debe esperarse que, en una época venidera, se considerara también a mi investigación psicológica como metafórica y simbólica, así como nosotros hemos hecho con la alquimia”.