Sigmund Freud y las pulsiones
Eros es una de las deidades más conocidas del panteón griego, siendo el dios del amor, la vitalidad y la pasión amorosa, en la mayoría de las versiones del mito griego es hijo de la diosa Afrodita y del dios de la guerra Hades.
Tanatos por el contrario es el dios de la muerte no violenta, hijo de la diosa de la noche Nyx y del de la oscuridad Érebo.
Pulsión de vida
En la obra de Sigmund Freud recibe el nombre de Eros o pulsión de vida el impulso generador de activación y excitación a nivel orgánico que aparece con el objetivo principal de garantizar la supervivencia y mantener la materia viva unida e integrada.
La pulsión de vida integra dos conceptos que Freud inicialmente consideraba separados, la pulsión sexual y la pulsión de autoconstrucción, se trata de una fuerza que genera dinamismo y actividad, conduciendo a la conducta y a la busqueda de satisfacción.
Está fundamentada en el principio del placer, según el cual la psique tiene como principal función la de buscar el placer y evitar el displacer, ello se consigue a partir de la búsqueda de la reducción la atención, así mismo se ve influenciado y mediado por el principio de realidad: en función de la consideración que la pulsión puede ser inadecuada o irrealizable.
El Eros nos conduce a tener relación tanto con nosotros mismos como con los demás, permitiendo la aparición de aproximación y de la identificación con los otros.
Existen múltiples actos en que se expresa el Eros, resultando la pulsión de vida fácilmente visible; además el sexo, la alimentación, los besos y caricias son ejemplo de ello, requiere de un objeto al que dirigirse y del cual obtener la gratificación.
El concepto de pulsión de vida y Eros es uno de los elementos nucleares de la teoría de Freud, junto con las ideas del inconsciente y los conflictos intrapsíquicos, uno de los elementos en los que influye en gran medida, es la visión freudiana del desarrollo psicosexual, en donde el foco de gratificación sexual va variando a lo largo del desarrollo y pudiendo existir fijaciones productoras de dificultades patológicas, también es básico en la generación de conflictos entre el Ello y el Yo.
Pulsión de muerte
La pulsión de muerte o Tanatos, es un concepto desarrollado por Freud que nace en contraposición de la pulsión de vida y que se define como el impulso inconsciente y generador de excitación orgánica, es decir una pulsión que aparece como la búsqueda del ser de retornar al reposo absoluto de la no-existencia.
Se podría considerar como el impulso que busca la propia muerte y desaparición, busca satisfacer los impulsos agresivos y destructivos teniendo por objetivo la desunión de la materia y la devolución al estado inorgánico.
Este impulso aparece a menudo en forma de agresividad hacia los demás o hacia uno mismo, tanto si se da de manera directa como indirecta.
Así mismo mientras Eros es una fuerza que genera dinamismo, Tánatos se caracteriza por generar retirada y búsqueda de reposo, a menos que se asocie al erotismo.
Tánatos no se guía por el principio de placer, sino por el principio del nirvana, donde se busca la disolución, el reducir y eliminar la excitación, no para encontrar placer en la solución de conflictos que permiten la supervivencia, sino para encontrarlo en la disolución y la vuelta a la nada.
Esta pulsión es particularmente poco visible, mientras que el Eros o energia vital libidinosa facilita la unión y la actuación, Tánatos tiende a mostrarse de manera indirecta a través de la proyección, a través de la agresión o a través de la no acción o vinculación con el mundo, ejemplo de ello la emisión de conductas poco saludables o la resignación y aceptación pasiva de algún tipo de evento aversivo.
En patología Freud llegaría a considerar que el concepto de culpabilidad se ligaria a la pulsión de muerte, así como a la perseverancia de conductas contrarias a la salud o incluso a la compulsión de repetición de actos displacenteros, como la auto agresión o diferentes tipos de conductas compulsivas, también el surgimiento de la resignación vital, desesperanza y abulia pueden relacionarse con el Tánatos, así como la rumiación y el claudicamiento.
Llevada al extremo esta pulsión puede conducir a actitudes masoquistas, ideación o intentos autolíticos.
La pulsión de muerte no siempre es negativa, en la teoría de Freud tano la pulsión de vida como la de muerte son imprescindibles para el ser humano, se presentan en un continuo conflicto que en múltiples aspectos resulta beneficioso para el ser humano.
A nivel psíquico la existencia de la pulsión de muerte nos permite separarnos de los objetos algo que a su vez posibilita que no nos identifiquemos y fusionemos psíquicamente con ellos, conservando la individualidad, además de ello, evolutivamente la agresividad proveniente de la fusión de ambos tipos de pulsión resulta ventajosa en determinadas situaciones permitiendo la lucha por la supervivencia y la autodefensa.
Ambos conceptos son completamente opuestos, Eros es unión y Tánatos disgregación.

Sigmund Freud desarrollo la teoría de vida y muerte en su obra Más alla del principio de placer en 1920, propuso que todos los seres humanos están impulsados por dos fuerzas primordiales.
Eros seria la pulsión de vida, representa todo aquello que busca conservar y prolongar la vida impulsa la creación, el amor, la reproducción, el arte y el deseo de unión con otros. En la mitología griega Eros es el dios del amor, la atracción y la fertilidad, en su versión más antigua es un poder cósmico que une los elementos y genera vida, mientras que en la versión más popular es representado como un joven alado que dispara flechas de amor.
Tánatos, la pulsión de muerte, representa una fuerza destructiva que busca el retorno a un estado inorgánico de quietud absoluta, se manifiesta como agresión, destrucción, autodestrucción y repetición compulsiva. En el mito es la personificación de la muerte, es un dios oscuro y frio que trae el fin de la vida, a menudo se le muestra como un joven de aspecto sombrío con alas negras cuya misión es llevar las almas al inframundo.
Para Freud, estas pulsiones no solo operan a nivel individual sino también en la cultura y la historia, la vida es un constante conflicto entre Eros y Tánatos, la construcción y la destrucción, la unión y la disolución, eligió estos nombres míticos para ilustrar como en la psique humana existen fuerzas opuestas en constante conflicto, Eros que busca construir y preservar y Tánatos que busca destruir, separar y regresar al estado inanimado.
Freud reconoció que su teoría tenía un antecedente filosófico importante, Empédocles pensador presocrático que decía que todo el universo se ovia por dos fuerzas opuestas, Amor/Philotes que une los elementos y crea la vida Discordia/Neikos que separa, destruye y descompone, Freud se inspiró en esta cosmología dual para formular su teoría de Eros y Tánatos, pero mientras Empedoclés veía estas fuerzas actuando en la naturaleza Freud las identifico en el inconsciente humano.
Freud además llevo su teoría mucho más allá del individuo, en sus textos menciona que las guerras, revoluciones y la violencia social pueden explicarse como manifestaciones colectivas de Tánatos, por otro lado, el amor, el arte, la religión y la creación cultural son expresiones de Eros, esta visión dual de la vida humana trata de explicar por qué estamos constantemente atrapados en un conflicto entre nuestras tendencias destructivas y nuestras ansias de creación, en definitiva muestra como nuestra mente no se rige solo por el deseo de placer o la búsqueda de la felicidad, dentro de cada uno de nosotros existe un conflicto constante entre Eros y Tánatos, la lucha entre la vida y la muerte, entre la creación y la destrucción es parte fundamental de nuestra naturaleza y ese conflicto no solo se refleja en nuestra cultura y la historia sino también en cada uno de nosotros.
Quetzal - Monstruos
Eros y Tanatos
Freud decía que dentro de nosotros existía un subconsciente gobernado por dos pulsiones, Eros y Tánatos, lo que nos mueve al amor y lo que nos lleva a la destrucción, sin embargo, Eros y Tanatos no son incompatibles, al contrario, son caras de una misma moneda, uno no puede negar al otro porque se complementan.
En muchas de estas superposiciones entre la muerte y el amor suele encontrarse al monstruo en muchas obras, representando a menudo ambas vertientes.
Monstruos
Monstruos criaturas desconocidas que nos esperan en las tinieblas: vampiros, hombres lobo o la criatura del lago, el golem, las gárgolas, los demonios. Imaginaciones de terror destructiva, las peligrosas listas para deshacer el orden de la vida humana con sus instintos salvajes, la mayoría de estas criaturas fueron creadas por la cultura popular como forma para advertir a niños y adultos de los peligros del mundo exterior.
El lobo de la Caperucita Roja no es meramente un lobo, si tomamos el cuento desde su interpretación simbólica, pongamos por ejemplo una lectura junguiana, podríamos decir que la caperuza roja de la niña es un símbolo de su himen, su virginidad. Desde esta perspectiva, el lobo no es un animal sino un violador simbólico. El cuento nos dice: desconfía de los hombres que te prometen el camino fácil puesto que solo quieren poseerte. Este es un mero ejemplo altamente conocido en que lo sexual y lo monstruoso se fusionan en una sola amenaza.
Al otro lado del espejo está el vampiro. A diferencia de la brutalidad animal del lobo, el vampiro es un seductor. Si el lobo simboliza la fuerza del subconsciente, el vampiro se acopla al eros, a la seducción, al beso sangriento. E incluso cuando su cuerpo es aparentemente humano, el riesgo nos atrae a sus colmillos. En esta entrega del horror hay una inevitable referencia sexual: desde el mordisco cainita en el cuello hasta la proyección más connatural y primaria del hombre lobo.
Atracción a los monstruos
Hasta hace unos años, la teratofilia pareciera una cosa digna de un psiquiatra o por lo menos una fantasía que había que reprimir. Estuve en el cine en 1991 cuando Disney proyectaba La Bella y la Bestia y mi mente infantil aún recuerda el tejido de decepción del público al ver la cara del principito, tan poco amenazante, tan alejado del monstruo que la película nos había enseñado a amar. Yo, apenas un niño, supe deducir que la gente prefería a la Bestia. Y yo también.
Fuimos muchos los teratofilicos, crecimos en un mundo en que la homosexualidad estaba relacionada con la feminidad, la degeneración y la muerte, el virus del sida todavía era común en los 90: lo gay se asoció al peligro. Pero para los niños, personajes presentados con codificación queer como Jafar, Úrsula o Scar representaban para nosotros la otredad, la marginación y el orgullo de ser quienes son.
Identificación en la otredad
En las típicas historias de terror hay casi siempre una víctima. Muchas veces se trataba de una pareja heterosexual perseguida por un monstruo. En otras ocasiones puede verse distinto, pero los clichés del género casi siempre harán llegar al monstruo a la inhumanidad, alejado de todo posible contacto humano. Esta otredad, que para otros parecía una amenaza, para el público queer era una suerte de eros incomprendido, buscando el amor.
Como King Kong, cuando el chico hetero guapo y la chica hetera guapa vencían al monstruo confirmaban el poder del amor —del eros— sobre las pulsiones destructivas del monstruo, el tánatos, pero si no te identificabas con la parejita, tú solo podías ser el monstruo, la amenaza, e identificarte con ella hasta hacerla más sexualmente atrayente que nuestros protagonistas americanos. ¿Por qué? Pues porque el monstruo era el incomprendido, el que naturalmente se siente expulsado de las relaciones normativas.
La metáfora del monstruo como la amenaza del sida es común en los slasher de los 80 y 90, en que el salvador de adolescentes siempre mataba a los primeros en tener sexo. Así que incluso con sus garras y sus escamas, el monstruo tenía una involuntaria identificación con el público LGTB, a los cuales la sociedad ha marginado en mayor o menor medida.
En décadas recientes existen muchos ejemplos sobre la relación entre la sexualidad y la monstruosidad, Alien como metáfora sexual, y aunque ese es el ejemplo más obvio no hay duda de que son multitud, la segunda parte de la saga de Freddy Krueger es una evidente metáfora sobre la homosexualidad reprimida de su protagonista, el propio Clive Barker reconoce que los pinceles de Hellraiser tienen mucho que ver con su batalla contra su propia sexualidad.
La forma del agua es, y probablemente el director lo sabe, una película bastante queer en su esencia. El director nos invita a su honesto relato de amor con el que es muy fácil empatizar, redescubriendo el eros de lo monstruoso. La película tiene muchos más ejemplos y algunos menos, pero en general me parece el mejor ejemplo al que podía aspirar el género cinematográfico que voy a bautizar como monsterfuckerismo.
Esta es la dura verdad: la representación de la comunidad LGTB en el cine solo ha empezado a ser positiva en el siglo XXI, con algunas excepciones que ya están en mi vídeo sobre la historia de la homosexualidad en la pantalla. Por lo demás, siempre hemos existido en la sombra como unos monstruos peligrosos en que nos convirtió la epidemia del sida en los ochenta y noventa. Durante mucho tiempo hemos sido vistos como una amenaza, y la criatura a menudo ha encarnado esos aspectos de una sexualidad externa percibida socialmente como hostil.
Relación con lo queer
Pero el tiempo ha pasado y el monstruo ha sido cada vez más revalorizado como referente erótico. Incluso la saga Crepúsculo, escrita por una mormona, erotiza a los monstruos como objetos de deseo, aunque sea con una mentalidad muy adolescente y heterocentrista.
Pero todo esto ha sido particularmente impactante entre la comunidad queer, especialmente entre aquellas personas que no se adecuan al género que la sociedad les ha asignado, la idea de la metamorfosis y la transformación de la identidad sexual o de género encuentran muy buenos referentes en la otredad de lo monstruoso, ahora reconfigurado como una liberación de los roles de género del humano “vainilla medio”. Y en este punto, como ya podéis esperar, acaba entrando el tema de los furries.
Furros
Jonathan Ver, es un artista y amigo al que le gusta hurgar en las profundidades de la psicología transhumanista del futurismo. Pero en todo emergen las mismas cuestiones: el rechazo de las formas de la heteronormatividad y la identificación con el monstruo que típicamente ha sido obstaculizada.
“Esto también tiene que ver con el monstercukerismo y como uno es percibido socialmente como el “otro”, por ejemplo, si estas en una posición en que no puedes hablar abiertamente de tus gustos, o tal vez tus inclinaciones sexuales pueden ponerte en riesgo si las compartes no solo tienes que ocultar tu sexualidad, incluso hay capas del material que estás dispuesto a privadamente para consumar tus deseos.”
“Hay todas estas historias de romance en las que uno no se puede proyectar si no eres heteronormativo ¿Que nos queda? Pues te dices, “si este no soy yo, ¿Dónde debo mirar? Podría fijarme en los malos, podría sentir piedad por Lucifer si considero que aún merece amor y compasión, en este contexto religioso, bajo esa lente es facil alejarse de la heteronormatividad y ver cómo esto se correlaciona con la teratofilia, se desarrolla de forma natural”
De esta manera, pudiera decirse que el furry es solamente la forma más popular de monsterfuckerismo, aunque contradice abiertamente los estereotipos del amor heterosexual añadiendo elementos extraños y primarios. La comunidad es extensa, pero cualquiera que se pase por sus foros lo suficiente encontrará el merecido alipori.
Minotauro
El rey Minos de Creta queriendo ofrecer un sacrificio a Poseidón le pidio invocar al hermoso toro de creta, una bestia blanca emergida de los mares con una belleza sin igual, en lugar de sacrificar a este animal, el rey Minos lo dejó para estar cerca de sus tierras, sacrificando a otro toro en su lugar.
Al darse cuenta de esta traición, el dios de los mares inspiró a Pasífae, la esposa del rey, para esto le pidió ayuda al ingeniero Dédalo, que diseñó un disfraz churro de vaca para que el toro de Creta la dejase preñada de lo que sería una bestia terrible.
Pasífae parió al Minotauro, al cual pusieron el nombre de su abuelo, Asterión. Dédalo diseñó un laberinto para tener oculto al monstruo, alimentado solo por seis hombres y seis mujeres que entraban cada año a saciarle.
-La casa de Asterión, Jorge Luir Borges:
“No solo he imaginado los juegos, también he meditado sobre la casa, todas las partes de la casa están muchas veces: cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre: son 14, son infinitos pesebres, abrevaderos, patios tangibles, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo, sin embargo, la fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris me ha llevado a la calle, y he visto el templo de las hachas del mar, eso no lo entendía hasta que una visión de la noche me reveló que también son 14 los mares y los templos, todo está muchas veces, 14 veces. Pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión, Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.”
Con esta sensibilidad, Borges nos representaba la bestia solitaria de Asterión, el minotauro filosófico de su fábula personal. Este encierro refleja la otredad de aquel que no puede escapar de los muros que le construyen. Cuando leí este relato por primera vez a los 16 años me identifiqué fácilmente con el Minotauro, pues mi propio mundo era un laberinto: mi mente se dividía en pasillos infinitos, inseguridades inconmensurables, tanto que yo también esperaba que la espada de Teseo me derrotara.
Evolución de los monstruos
Con el tiempo, Asterión se ha convertido en mucho más que un monstruo mitológico o un enemigo posible para un videojuego. Los monstruos como el Minotauro representan la condena al laberinto, la sensación de que aquello más allá de los muros es inaccesible, todos los que hemos vivido esos laberintos más psíquicos que literales entendemos al monstruo, amamos al monstruo y creemos que el monstruo nos ame.
Los héroes y las princesas de nuestras leyendas y cuentos de hadas casi siempre vencen a la otredad para recuperar la normatividad amorosa y romántica del final feliz. Así que no es el caso de Teseo, pero que se joda: el final es casi siempre el mismo. El héroe termina con la otredad del monstruo y conquista a su dama en apuros, pero yo no soy un héroe ni una dama, y yo sé que soy el monstruo.
La verdadera subversión de la normatividad sexual está en la criatura: en su peligrosa belleza limítrofe, en la amenazadora sexualidad prohibida. Esos espacios precisos en los que nos sentimos tentados y asustados a la vez, esas reminiscencias de la durísima época del sida que nos configuró como extraños y peligrosos, y que ahora regresa con un eros retributivo.
La era de los héroes y las damas en apuros toca a su fin. El binomio de género está altamente cuestionado por la población LGBT. Poco a poco estamos empezando a reconocer el dolor del monstruo, como lo hizo Borges en su relato. Cada vez más, el monstruo es más humano e incluso más sensible que nosotros.
En la casa de Asterión que habitamos muchísimos, aún hay espacio fuera para conquistar el templo de las hachas y el mar. Al menos uno de ellos, porque son 14 e infinitos. Yo quiero ser el monstruo y hoy quiero aprender a amar al monstruo.
Al final, todos somos Asteriones en nuestros propios laberintos. Todos somos ogros con muchas capas de cebolla. El príncipe azul es un presumido y la princesa una cursi. Espero que tenga muchos hijos y un empleo fijo. El amor, en el sentido más normativo, es la fundación de la familia y la progenie, perpetuando la humanidad 14 o infinitas veces.
La flauta del sátiro cuenta historias diferentes: amor desorganizado y rebelde, amor inútil, placentero, aullido de ánimo, pasiones de ánima. Ámame, animal.